Que Internet es una pieza fundamental en el desarrollo de la civilización humana es una obviedad, sin embargo para el común de los mortales no resulta tan simple entender o ser consciente de lo que esta revolución ha significado en nuestras vidas.
En sus orígenes la “red” se destapó como una oportunidad de descentralizar la información, es decir, cualquier persona en el planeta con acceso a internet podría llegar a una información concreta con un par de “clicks” de ratón. Además de esto, dicho individuo podría replicar esa información tantas veces como quisiera. A esto se le llamó el Internet de la Información.
Este Internet de la Información parecía conferir un mayor grado de libertad a las personas de todo el globo, a priori, una idea genial y perfecta. Sin embargo su propia naturaleza se encargó de diluir aquellas bondades para las que fue creado. En su definición Internet es una red informática a nivel global para la transmisión de información. El hecho de que se sustente en soporte informático nos obliga a que exista una serie de protocolos escritos en código que permitan su funcionalidad. Asimismo, si su objetivo es transmitir información necesitamos que existan una serie de proveedores de dicha información, y es justo aquí donde la idea de libertad y descentralización se fue por el desagüe.
Los códigos con los que se forjaron los protocolos anteriormente mencionados no fueron códigos abiertos, es decir, un usuario aleatorio no podía acceder a dicho código y manipularlo con el fin de conseguir ciertas funcionalidades más apropiadas para sus necesidades, si no que ha tenido, y todavía tiene, que conformarse con los códigos que tres o cuatro grandes empresas le proporcionan. Dicho de otra forma, tiene que jugar al juego al que le dejan jugar, eliminando así una gran parte de esa tan ansiada libertad.
Por otro lado, los creadores de contenidos también se ven capturados por la necesidad de utilizar las plataformas de dichas multinacionales para exponer sus trabajos, aceptando las condiciones y costes que éstas impongan.
Por lo tanto, la situación que se ha vivido en los últimos 25 años es la de una falsa descentralización, ya que en realidad todo se mueve alrededor de los algoritmos creados por unos pocos. Si a esto le añadimos que el anonimato, premisa básica de libertad, es básicamente imposible utilizando los protocolos actuales, llegamos a la conclusión de que Internet no ha hecho bien el trabajo que en sus inicios apuntaba.
Ante esta situación un ente, nos referimos a él así porque se desconoce su identidad o identidades reales, llamado Satoshi Nakamoto decidió crear a finales de la primera década del milenio el protocolo Bitcoin, una red “peer-to-peer” (red entre pares) que permitía mediante el uso de código abierto que una serie de nodos (ordenadores conectados en red) compartiesen información entre ellos sin que existiese un organismo que controlase dichas transacciones, es decir, de forma descentralizada. Así mismo, esa información compartida se iría guardando en unos bloques unidos entre sí mediante una función algorítmica. Había nacido la Blockchain.
Los aspectos técnicos acerca de la “cadena de bloques” darían para varios artículos por lo que vamos a centrarnos en lo que esta tecnología nos puede aportar.
En primer lugar cabe destacar que al ser una tecnología basada en el código abierto cualquier persona puede tomar un código escrito previamente y modificarlo o ampliarlo a su antojo, obteniendo así una nueva aplicación totalmente diferente a la inicial. Con esto lo que se consigue es que la tramitación de la información tenga un mayor peso que el soporte sobre el que va escrita, es lo que llamamos el Internet del Valor.
Este Internet del Valor se diferencia del Internet de la Información principalmente en que dicha información es inmutable, es decir, una vez que se añade a la cadena de bloques no puede copiarse ni modificarse y cualquier persona puede acceder a ella sin la vigilancia de un organismo central. Un verdadero sistema descentralizado. A esto hay que añadirle que las direcciones que se usan para la transmisión de la información están encriptadas, con lo cual la preservación de la identidad del usuario es eficaz.
Todos estos aspectos positivos han provocado que en los últimos meses una infinidad de plataformas y empresas se hayan lanzado a construir sus productos bajo la protección de la blockchain, desde aquellas dedicadas a ofrecer soporte para diferentes disciplinas online hasta las que permiten realizar transacciones bancarias. De esta forma, podemos esperar que en un futuro no muy lejano cualquier actividad que ahora realizamos desde nuestro ordenador esté basada en este sistema y ser realizada a través de un servicio que utilice la cadena de bloque como soporte, manteniendo así nuestro anonimato, eliminando intermediarios y con la seguridad de que nuestra operación será reconocida por todos ya que Blockchain se basa en la confianza depositada entre pares que no se conocen.
Todavía es una tecnología incipiente que necesita de un proceso de maduración, pero el futuro es suyo, a no ser que los humanos lo destrocemos, tal y como hacemos con todo lo bueno que encontramos.
echale un vistazo a esta artigo que escribi !
Es la cryptomoneda mas asequible de minar puesto que BOINC funciona muy bien en segundo plano , al contrario que otros como Monero que completamente (e, intencionalmente), destruyen el cache L3 haciendo que incluso en ordenadores potentes el impacto sea muy grande.
https://blog.desdelinux.net/gridcoin-criptocurrencia-de-codigo-abierto/
Me olvide el articulo, haha.
y por todo esto los gandes bancos nunca van a aceptar las criptomonedas, » perder el control pero como ?»
Muy buen artículo, sin olvidar los riesgos del anonimato.
El hecho de que sea encriptado y anónimo, nos da la sensación de seguridad. Peroooo, puede ser usado con varios fines.
al final siempre habra patrones y protocolos de control.