De cómo innovar sin tener que hacerlo en absoluto

Hace unos días Apple presentó la tan esperada renovación gráfica de su sistema operativo móvil y no puedo encontrar más palabras que «feo» para describirlo brevemente. Ahora, fuera del terreno de la primera reacción, no nos queda mucho más que la decepción por rescatar: iOS 7 es básicamente el mismo sistema de siempre, pero con una paleta de colores más chillona, transparencias que rozan el ridículo y novedades poco alentadoras.

Aunque Apple no es un tema propio de este espacio, este evento puede servir como un ejemplo de pobres decisiones de diseño en un tema algo más general: interfaces de usuario y cómo renovarlas apropiadamente. Descartemos el tema de Apple por un momento, no sin antes darle las gracias a esta compañía por haber eliminado todo residuo de deseo por uno sus aparatos de nuestras mentes.

Diseño plano

«Menos es más». Esta frase, quizá repetida como mantra por algún solitario diseñador en otra esquina del mundo; es el principio básico que sustenta la tendencia actual por un diseño más simple y mejor adaptado al uso real que se le da a las aplicaciones. Sin embargo, este concepto aparentemente sencillo ha degenerado en un afán por convertir todo en un plano y simple reflejo de concepciones ya obsoletas.

Me explico. Mientras que diseñar objetos físicos es un proceso enteramente atado a la realidad y a sus limitaciones, diseñar una aplicación de computadora posee su límite directamente en la idea sobre la que fue concebida. Y siempre hay espacio para mejorar, por magnífica que esta sea.

Pensemos en un ejemplo rápido: Google. Estandarizar la apariencia de sus servicios es un gran paso en pos de la consistencia que beneficia directamente al usuario al evitarle la necesidad de reaprender conceptos que se repiten a través de su plataforma. Por eso es que resulta tan frustrante la experiencia del nuevo Google+: reinventar la rueda no sirve de nada.

No hay consistencia. No hay concentración. Las reglas del juego cambiaron demasiado rápido. Y todo esto acompañado por detalles ridículos como la «campanita feliz» en las notificaciones o el desplazamiento innecesario de la barra superior.

La furia de Linus Torvalds está justificada, pero tiene las razones equivocadas. El problema no es la tipografía, es la idea que Google propone. El horror.

Sujetarse a ideas preconcebidas no es bueno y desafortunadamente, será algo que veremos repetitivamente durante esta moda plana y simplona y que sigue sin cambiar absolutamente nada en la forma en la que usamos nuestras aplicaciones.

Diseño simple

¿En cuántos clics puedes escribir un correo electrónico? Una ruta ideal podría llevarnos desde abrir el programa, presionar el botón «Nuevo» y después de escribirlo y verificar los detalles de los destinatarios y archivos adjuntos; hasta dar un clic final en «Enviar». Tres teóricos clics que suenan como algo razonable aunque en la práctica no sea así.

Pensemos en cuántas tareas podrían ser llevadas a una eficiencia siquiera similar y en cómo los programas encargados de realizar estas tareas se verían; sin llegar a pensar todavía en una forma «plana» para ellos. Siempre hay una forma mejor para hacer las cosas, aunque esta sea muy difícil de encontrar. Un ejemplo maravilloso es la técnica 10×10 (en inglés), que se puede resumir en dibujar diez veces la idea en cuestión, diferente cada vez, y luego diez veces más para la idea ganadora. Un proceso desgastante, pero con una cosecha invaluable.

Un ejemplo más: ¿cómo podemos mejorar una acción relativamente pasiva, como escuchar música? KDE tiene en mi opinión uno de los mejores reproductores de audio que existen, pero tiene espacio para mejoras, como hemos visto que todo lo tiene. Un problema particularmente extendido es la información repetida. Observemos la siguiente captura de pantalla:

Amarok reproduciendo.

El nombre de la pista se repite en cinco ocasiones en la disposición por defecto. En el título de la ventana, sobre la barra de progreso, en la lista de reproducción y en las miniaplicaciones de «Contexto» y «Letras» (la última no se muestra porque Amarok no encontró las letras de la canción), sin contar la notificación que aparece al comenzar la pista. Quiero pensar que con una sola vez basta, pero esto es irreal.

Siguiendo la nueva tendencia de eliminar el título de la ventana —que se extiende tanto en escritorios libres, como Pantheon de elementary OS o GNOME, como en privativos, como Mac OS X—  al menos una repetición del nombre de la pista podría ser eliminada.

La barra de herramientas delgada —que yo uso— nos arrebata otra y por último, un cambio en las miniaplicaciones quitaría incluso una más.

Este tipo de detalles son fáciles de corregir y no presentan conflictos graves para usar un programa. Pero hay ejemplos a montones de problemas más serios, sobre todo en el campo de las aplicaciones móviles.

Innovar sin innovar

KDE tiene una gran oportunidad de mejorar exponencialmente en una hipotética renovación gráfica. Una gran renovación gráfica enfrentaría el reto de conservar la típica personalización de KDE en un nuevo paradigma; pero realmente tengo confianza en la gente detrás de este proyecto.

Oxygen necesita un lavado de cara, pero no es algo verdaderamente serio y tomarlo a la ligera sería desperdiciar oportunidades como lo ha hecho Apple. La idea no es convertir KDE en un lienzo blanco con tipografías coloridas, sino crear una experiencia nueva y visualmente placentera para nosotros, sus usuarios.

Podemos pedir cosas simples. Una paleta de colores más sobria en los iconos para quitarles el estigma del cristal que arrastran desde hace tiempo. Simplificar los widgets de Oxygen sin llegar a convertirlo en la apariencia tan plástica de GNOME.

Todo eso implica un enorme trabajo. Pero debo insistir en que todos esos cambios que nos harían enormemente felices no solucionan realmente nada. Hay que replantearnos la forma en la que usamos nuestras aplicaciones hoy y construir algo nuevo y maravilloso a partir de lo que encontremos.

Digo KDE porque he ganado una enorme confianza en el proyecto. Me he acostumbrado a KDE y ya no veo otros entornos con los mismos ojos. Ojalá pudiera contribuir con más que con estas palabras de aliento a los diseñadores, artistas y programadores que construyen esto a diario, y lo digo porque creo que saben lo que están haciendo y hacia dónde se dirigen.

No hay que reinventar la rueda. No hay que pintarla de blanco y azul y decir que es nueva. Hay que tomar esa bien hecha rueda que ya es KDE y convertirla en un motor de propulsión a chorro. Y yo tengo confianza en que esto se verá tarde o temprano materializado en la pantalla que tengo delante de mí.

La música presentada en la captura de pantalla se puede conseguir legal y gratuitamente en los siguientes enlaces: